TIERRA TERRIBLAS

EL HUERTO DE LOS CUENTOS


Es comprensible; nadie lo ha visitado. Hablo de mi huerto, claro. No es por desidia, desinterés o desnuda egolatría de aldeano campesino que mima la tierra con abrazos y que siempre difiere de los comentarios “técnicos” de sus otros vecinos huertanos, limitando así los saberes clásicos a la pura envidia por disponer de los productos más orondos negando siempre la mayor —lo que es decir su existencia—, os lo digo como lo siento, es simple precaución. Allá en aquellas tierras todos lo saben pero callan, nadie quiere dar crédito —ni alas­— a una noticia que por verdadera no deja de ser desconocida y, podríamos decir, sorprendente. Sé que el rumor ha trascendido más allá de nuestras lindes y que de Comala a Quimpabán, de Yoknapatawpha a Macondo, o de Tellerda a Región pasando por Nagoragorana u Obaba[1], toda la clase literaria habla de ese bendito y único lugar, indefinido, que pueblan el mayor oasis del lenguaje del que se haya disfrutado nunca; el particular Eldorado de los escritores. Ese lugar inveterado y del cual —desde este mismo momento— todos debemos guardar silencio y no pronunciar en voz alta ni expandir su nombre a los numerosos vientos bajo pena de anatema es Tierra Terriblas.

En los corros de tierra cercanos se certifica esta máxima “cultiva y deja escribir” parafraseando aquella otra célebre que rinde pleitesía a la vida. En la bajada de la acequia del molino, junto al cañaveral, se crían más de dos anegas de preciosos y estirados ditirambos. Ellos mismos se alaban y se gustan, alardean unidos autoprofesándose encumbramientos eternos y parabienes diversos, mostrando una plausible sinvergüencería; ni el mismo Adonis lo haría mejor. Divinos de la muerte ―se platican unos a otros sin el menor sonrojo―.
El campo anexo anda poblado de un sinfín de tropos asfixiados por el hacinamiento de las metáforas. ¡A quién se le ocurre, plantar sin talento y sin tiento! Siempre se ha dicho: las figuras a partes iguales o cuando menos que sigan un proceso nivelador, ahora el chandrío ya no tiene remedio.
El regadío dispone de una efectividad recreativa literaria que el secano, a veces, niega. Me han llegado ecos de vastas extensiones de calambures que no han calado en su nuevo emplazamiento, aunque los aforismos y las máximas sí que ocupan varias yugadas en el monte con verdadera productividad. Asimismo las elegías se erigen como las verdaderas reinas del secano, su carácter rudo y triste las hace incorruptibles ante cualquier tribulación atmosférica por penosa que sea; ¡más pena dan ellas solitas!

Nuevos colonos agriescritores han intentado crear híbridos probando inéditos injertos con la novela en sus diversas variantes pero no han dado el resultado deseado, en cambio la poesía sí se ha adaptado a los más disímiles ámbitos certificando su bendita polivalencia. Ambas, siempre tienen que disponer de un elevado porcentaje de abono creativo imprescindible para su crecimiento y posterior tasa positiva de salud, aunque varias temibles enfermedades acosan —cada día con más insistencia— sus particulares frutos. El pulgón de la previsibilidad y el gusano de la egolatría escritora certifican tan demenciales progresos de aceleración de lo nefasto, entrando en algunos casos en verdaderos procesos enfermizos de chabacanería y mal gusto.

Pero si de algo disfruto y presumo es de mi particular corro de tierra. Mi huerto descansa al final del camino de la acequia, con buen tempero, resguardado de los vientos inefables y al abrigo de los fríos creativos. Mi huerto está poblado de miles de cuentos, los hay de todas clases y de las más diversas vertientes y temáticas. Mi huerto es de ámbito libre, es decir participa de creaciones ajenas que alimentan a las propias creando así nuevos vástagos de versatilidad. Esas creaciones propias ejercen su criterio, creando un envero propio que posibilita un sello particular y amigo de sus amigos. Yo soy uno de esos frutos galanos y espero disfrutéis de mi lugar en el mundo. Definir el sitio o lugar donde uno vive suele crear problemas de identificación, por lo que no seré yo el que me disponga a disertar sobre este manantial de libertad de expresión e improvisación que es Tierra Terriblas sólo os diré que se encuentra allá donde vosotros, lectores y escritores, queréis que exista.


[1] Todas ellas son tierras o lugares imaginarios: Comala de Juan Rulfo, Quimpabán de J.A. Román Ledo, Yoknapatawpha de Faulkner, Macondo de García Marquez, Tellerda de J.Mª. Morales Berbegal, Región de Juan Benet, Nagoragorana de Javier Aguirre y Obaba de Bernardo Atxaga.


*Dibujo de Javier Tramullas

2 comentarios:

  1. Acudí a la llamada del amigo José Ángel con el especial y felicísimo motivo del alumbramiento de su último libro "Tierra Terriblas". Amable y solícito me atendió y firmó un ejemplar, y, ciertamente, que he disfrutado de esas comunes tierras literarias y comprendido sus acertados contenidos.
    Tras recorrer pausadamente sus cinco caminos he teñido mis botas con el sabio polvo de esos senderos, queriendo no regresar nunca a Ciudad Niebla; permaneciendo, de por vida, gozando las laderas de Puerto Valdorno, sirviendo el café a los redactores del Diario de Las Terriblas, empapado de la sabiduría, la humanidad y la mirada acolchada de Román Ledo, que ha convencido al recién llegado Mingote para que le ilustre sus jugosas ocurrencias literarias.
    Este pequeño-gran libro es un regalazo que nos ofrece José Ángel. Desde el punto de vista literario es una gozada tal y como lo ha ido construyendo, dando la talla en todo momento, desde el Prefacio hasta las cuerdas de la guitarra de Neil Young. He oído que José Antonio, ufano a tu costa, ya ha repartido varias carretadas de "Tierra Terriblas" allí donde está.
    Podría decir muchas cosas más sobre tu libro, amigo, mas solo añadiré: que he disfrutado un montón con su lectura y que voy a volver a leerlo. Gracias, agriescritor, por tener un corazón de oro y un almendro azul repleto de buenas letras.

    Jesús Cancer Campo

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    1. Sin palabras me quedo, gran colega escritor, querido Jesús. Y de verdad lo que más me entusiasma no son las loas -que siempre son bienvenidas, no vamos a hacernos los interesantes- sino que todos os sentís partícipes de Tierra Terriblas, todos lo habéis recibido como una tierra propia, la tierra del pensamiento y la reflexión, sin olvidar también el humor sin el cual no somos nada. Y lo que más agradezco es que sois ya muchos los que después de tanto disfrutar me comentáis que vais a volver a leerlo; eso ya es la hossstia!Que me alegro, amigo agriescritor, que compartamos juntos viaje por Tierra Terriblas y alrededores y gracias por tus comentarios. Un abrazo.

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